La mesa estaba repleta de envases de sopas instantáneas, botellas vacías de gaseosas, empaques de hamburguesas, entre otros. En el piso cuatro latas de cerveza, y una botella de tequila se unían formando una línea cerca de una colección de libros de Harry Potter. Sobre la cama, estaban las sábanas y los edredones revueltos, junto a pantalones, blusas y algunos cereales esparcidos. Las paredes de color rosa tenían estrellas dibujadas con tiza, y un sombrero negro sonriendo en el centro de todas ellas. Sin lugar a duda el ambiente de aquella habitación hubiese sido considerado por cualquiera como un verdadero botadero, un cuchitril no recomendado para habitar.
Ana pensaba exactamente lo mismo, que ese era su Privet Drive n°4, Little Whinging, su lugar muggle en aquella ciudad llena de sangres sucias, y que ella estaba a pocas horas de iniciar su viaje al colegio de magia y hechicería, dónde tendría que hacer muchos méritos para que este año su casa, que estaba segura era Gryffindor, recibiera la copa. Lo tenía todo planeado, la maleta de color beige, las zapatillas negras, los anteojos, etc. Lo único que no encajaba era una duda, ¿por qué el comité de magia demoraba tanto en enviarle su carta de aceptación?
Es una esquina de la habitación, recostada sobre el piso, completamente ebria, con la ropa salpicada de licor, los ojos abiertos y la mirada fija en el techo, Ana recordaba que horas atrás se había graduado de la universidad, ¡lástima que no me hayan permitido ir vestida con mi túnica y sombrero! He tenido que usar esta horrible ropa para fingir que soy como ellos, ¡un ser sin magia!
Cerca de ella tenía una laptop en la que sonaba “Días de enero” de Shakira, mientras escuchaba decir a la intérprete “… Ya vas a ver cómo van sanando poco a poco tus heridas…” Empezó a reír frenéticamente, y a pensar: es increíble que siendo yo una bruja destinada a brillar y con tanto poder como jamás se ha visto, siga teniendo gustos musicales ¡tan muggles!
Ana no podía levantarse del piso y tampoco tenía intenciones de hacerlo, así que grito: ¡Accio tequila!, y la botella se elevó rápidamente para acercarse a ella. Se lo bebió casi sin respirar. Necesito una función más profunda de magia dijo y pronunció en voz alta ¡WINGARDIUM LEVIOSA!, señalando todos los enseres de la mesa, las prendas de ropa y los cobertores, y todos en un abrir y cerrar de ojos se elevaron en el aíre y ¡TARANTALLEGRA! Para que los objetos que ahora levitaban, bailaran al ritmo de Shakira.
A la nueva licenciada en comunicaciones, la mujer de 25 años, la hija de gente sin magia, de pronto la asaltó el aviso: estaba a sólo 5 horas de tener una entrevista de trabajo, ya la habían rechazado anteriormente de otras cinco empresas y no podía darse el lujo de llegar oliendo a tequila, sin haberse aseado y encima creyéndose una bruja. Entonces uso toda su fuerza para levantarse del piso, y se dirigió hacia el baño. Al verse en el espejo, se quedó completamente perpleja, su cabello había dejado de ser lacio, y ahora lucia esponjoso, sus pestañas estaban risadas, y su rostro y piel tampoco eran como las recordaba, ahora se veía como la mejor bruja que haya existido a su edad en Howards.
Totalmente incrédula ante lo que veía en el espejo, cerró fuertemente los ojos y se repitió una y otra vez, ¡no debo volver a tomar tequila¡, ¡no debo volver a tomar tequila!, ¡no debo volver a tomar tequila! Convencida que, con repetir una y otra vez lo mismo, lo que sea que le estuviera pasando sería revertido. Abrió los ojos muy despacio y, para su sorpresa, seguía siendo la estudiante de la casa Gryffindor, poseedora del giratiempo. Ana se desesperó y fue a buscar la botella de tequila, para ver la composición, y saber sí aquello la estaba haciendo alucinar. Pero no encontró nada diferente que le dijera que esa era la causa de su alucinación, vio su celular y solo faltaban cuatro horas para estar frente al director de la empresa en la que llevaba meses buscando entrar, corrió al baño nuevamente para verse otra vez en el espejo, y seguía siendo la amiga de Harry Potter, la chica siempre enamorada de Ron Weasley.
Ana o Hermione, ya no se sabe bien quién, entró en pánico y se puso a llorar mientras buscaba desesperadamente hechizos para revertir aquella magia de la que estaba siendo víctima. Entonces recordó que Hermione, o sea ella, tenía la capacidad de convertir a través de una pócima a una persona en otra solo utilizando algunos cabellos. Inmediatamente buscó en el peine que usaba siendo una muggle cabellos que le sirvieran para poder hacer la pócima, los arrancó con violencia y los llevó hacia su cocina, donde los puso a hervir con los últimos mililitros de cerveza que quedaban en una lata, con alcohol debe ser más efectivo, pensó, y luego se lo bebió. Estoy casi segura que con esto voy a volver a ser Ana, por mi bien y por el bien de mis padres muggles. Se tiró nuevamente en el piso. Dejó de llorar y empezó a imaginar cómo sería su nueva vida ahora que se había convertido en Hermione Granger. Pensó en los innumerables consejos que tendría que darle a Harry Potter y que a ella se le haría muy fácil ser amiga de Luna Lovegood, aunque difícilmente podría enamorarse de Neville Longbottom. ¡Mierda, mi novio!, exclamó, y entonces, muy a su pesar, decidió que tendría que romper con su novio, porque una bruja de su poder y prestigio no podría relacionarse con un ser sin magia, apasionado con el futbol y no un quidditch como él. Y se quedó completamente dormida.
Lima, octubre de 2023
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