Pedagogía

Máquinas de sembrar maíz en el salón de clases

Si sumamos todas sus inasistencias, Miluzca ha faltado en promedio unas cinco semanas a clases en lo que va del año. Es que ella ayuda a su mamá con la casa, su hermanito recién nacido y el pequeño comercio con el que sostienen su hogar, en ausencia del padre. Miguel es un muchacho muy perspicaz, pero le irrita la redundancia y la falta de paciencia del profesor de matemática, por lo que suele reaccionar interrumpiendo sus clases de mil maneras. Silvia sacó muy bajo puntaje en la prueba censal que el Ministerio de Educación les tomó el año pasado y acabó repitiendo el año. En opinión de Michele Kerr, a ninguno de estos tres estudiantes se le debería permitir rendir la siguiente prueba nacional, pues van a jalar el promedio hacia abajo y, por lo mismo, a perjudicar la imagen de sus profesores.

Michele Kerr, una maestra norteamericana de educación secundaria en la especialidad de matemática y ciencias, publicó hace poco en el Washington Post un sugestivo artículo llamado «La manera correcta de evaluar el desempeño de los docentes». Allí discute el Programa «Race to the top» del Presidente Obama, que plantea evaluar a los profesores a través de los resultados de las pruebas de rendimiento estudiantil. Para que tales resultados puedan tomarse como un indicio válido de la calidad del desempeño docente, dice Kerr, no debería aplicarse la prueba a los alumnos con más del 10% de inasistencia, ni a los alumnos problemáticos, ni a los que sacaron muy bajo puntaje en una prueba anterior.

El argumento es interesante por ser revelador de una manera de pensar muy extendida en el magisterio. El supuesto de fondo, como resulta evidente, es que la manera de insertarse en el aula de alumnos como Miluzca, Miguel y Silvia, no tienen absolutamente nada que ver con el profesor y ni él ni la escuela tienen por qué tomar responsabilidad por sus deficiencias en el aprendizaje. Kerr lo dice de manera muy clara: así como hay alumnos a los que les va mal por causa de malos maestros, hay otros a los que no les interesa estudiar o no reúnen los prerrequisitos y por culpa de ellos no se puede juzgar mal a sus profesores.

El modelo de educación de Kerr es el de un sistema que imparte enseñanza como una máquina de sembrar maíz, que va depositando los granos en los agujeros que perfora a su paso de manera automática. Si algunos no brotan es problema del terreno o de la semilla, pero no de la máquina. Así, para que nadie ponga en duda la eficiencia del aparato, habría que limpiar el terreno y deshacerse de la semilla mala antes de ponerlo a prueba. Comprenderán que un esquema como este aplicado a la educación de seres humanos resulta sencillamente discriminador.

Es que la imagen de buen docente que subyace es la de uno que imparte su saber, digamos con seriedad y rigor, sólo para quienes lo entienden. Hacer que todos quieran y puedan aprender lo que el busca enseñar, no lo siente parte de su tarea. No le interesa la persidad de maneras de aprender que existe en su aula, la facilidad o dificultad de algunos para lograr ciertas capacidades, el mayor o menor interés que su pedagogía pueda despertar en ellos ni las desventajas que tengan en su medio familiar. Ese no es su problema, no cree que su papel sea adecuarse a las posibilidades de sus alumnos para hacerlos avanzar desde allí. Él sólo enseña.

Coincido con Kerr cuando dice, además, que el rendimiento de los estudiantes no debería ser determinante pero sí agregar valor a la evaluación del desempeño del profesor. Sólo que en mi opinión, estimada Michael, el buen profesor no es el que «enseña bien» sino el que se compromete con sus alumnos para lograr que todos aprendan. Miluzca, Miguel y Silvia también quieren aprender, aunque no lo creas.

Luis Guerrero Ortiz
Publicado en El río de Parménides
Difundido por la Coordinadora Nacional de Radio (CNR)
Antigua máquina de sembrar maíz. Fotografía © Enrique Murga Redondo/ www.flickr.com
Lima, viernes 2 de julio 2010

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Soy docente, estudié la carrera en la Pontificia Universidad Católica del Perú; una maestría en Política Educativa en la Universidad Alberto Hurtado (Chile); y una maestría en Educación con mención en Políticas Educativas y Gestión Pública en la Universidad Antonio Ruíz de Montoya (Perú). Hice también posgrados en Terapia Familiar Sistémica (IFASIL), en Periodismo Narrativo y Escritura Creativa en la Universidad Portátil (Buenos Aires). Soy actualmente profesor principal en el Innova Teaching School (ITS) y Director de la revista virtual Educacción. Soy coautor de tres libros de cuentos: «Nueve mujeres peligrosas y un hombre valiente», «Relatos valientes de mentes peligrosas» y «Veintitrés mundos: Antología valiente de relatos peligrosos». He publicado recientemente el libro de cuentos «Amapolas en el jardín» (2022).

6 Comments

  • intrigapersonal

    Hola, Lucho:
    Había leído el artículo de Kerr y me parece interesante el diálogo que ha propuesto Gonzalo Cobo en Facebook sobre el mismo. Aquí va mi grano de arena a la discusión.
    Creo que la propuesta de Kerr no es simplista. Las condiciones que plantea no son "razonables" como ella misma dice, por las consideraciones que tu mencionas. Como dices, no se puede limitar el trabajo de los docentes sólo a "enseñar" bien. Cualquier maestro con la suficiente dosis de sensibilidad y compromiso con su tarea entiende que no basta la simple asistencia del 90% para que sus estudiantes aprendan, que es una ilusión esperar que todos tengan los prerrequisitos mínimos al comenzar un ciclo escolar (habrá siempre un grupo al que hay que reforzar y nivelar con los demás), que no dejarán de haber chicos "problemáticos" y no necesariamente sacarlos o aislarlos va a resolver los problemas, y que no se puede (o debe)ignorar las condiciones de partida de sus alumnos, la situación de las familias, el contexto socio-cultural, entre otras. Por ello, creo que las condiciones que Kerr sugiere son más bien una sinrazón, una manera retórica de decir no hay manera razonable de evaluar, a los maestros basados únicamente en los resultados de aprendizaje de sus estudiantes. Dicho de otra manera, no es Kerr quien propone la máquina de sembrar maíz, sino que critica un sistema que va a hacer justamente eso, evaluar, premiar, castigar, dar incentivos o despedir a los maestros por ser máquinas que no consiguieron que el maíz creciera sin considerar cómo era el terreno, si la semilla era buena, si la maquina había recibido mantenimiento, si se compró abono o sin importar si hubo suficiente lluvia, heladas, granizo o incluso tornados. Interesante para tener en cuenta en las discusiones en nuestro país, en la que la evaluación de los maestros ni siquiera dispone de los sofisticados mecanismos estadísticos de las evaluaciones de valor agregado pero las preocupaciones de cómo evaluar justamente al maestro son igualmente pertinentes.

    Saludos

    Fernando
    http://intrigapersonal.wordpress.com

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    luisguerrero

    De acuerdo Fer, yo me detuve a examinar básicamente el supuesto de buen desempeño docente que se deduce de la postura de Kerr, pero es verdad que evaluar al maestro exclusivamente a partir del rendimiento de sus estudiantes es injusto y hay un amplio consenso internacional al respecto. Las implicancias que deduces de la metáfora de la sembradora son muy elocuentes. Por eso señalo al final del artículo que el rendimiento del alumnado debe ser un referente pero no lo determinante en la evaluación del docente. Ahora bien, a mi no me ha parecido que las condiciones "irrazonables" que plantea Kerr sean una ironía, que busque llevar al absurdo las premisas de la evaluación propuesta por el "Race to the top"… ¡Kerr cree en lo que dice! No olvidemos que el "filtrado" de alumnos de bajo rendimiento a la hora de rendir pruebas estandarizadas, se ha vuelto ya una práctica común en las escuelas cuyo subsidio estatal depende de la puntuación que logren, como señalan los propios colegas chilenos respecto del SIMCE. Quizás me faltó decir que comparto el cuestionamiento de Kerr a ese tipo de evaluación por no hacer justicia a la diversidad de situaciones que inciden en el rendimiento, al interior del aula y de la escuela, para no ir más lejos y terminar diluyendo cualquier responsabilidad en la crítica al modo de producción económica. Pero creo sinceramente, aunque nuestro querido Gonzalo no se convence del todo, que los argumentos que eligió no pudieron ser peores.

    Gracias Fer por compartir tus reflexiones
    Un abrazo
    Lucho

  • Gonzalo

    Lo que Kerr señala puede causar fastidio porque nos hace reflexionar en torno a supuestos que vienen desde los trabajos de Comenio, quien consideraba que la didáctica es el arte de enseñar todo a todos. Pero ese fastidio no debería hacernos perder de vista un aspecto importante que se puede extraer del artículo: si no vivimos, ni por asomo, en un mundo ideal, sino más bien en una sociedad con grandes brechas, problemas y limitaciones, ¿tiene sentido plantearse metas retóricas e intentar alcanzarlas apoyados en el mismo sistema de gestión escolar rígido creado hace más de un siglo? ¿es serio culpar del bajo rendimiento de muchos estudiantes sólo a los "docentes comechados", cómo ha hecho la administración aprista? ¿Podemos simplemente echar al olvido trabajos como los Modelos de Eficacia Escolar, y nuevamente invocar la llegada de apóstoles del saber que remonten todos los factores del aprendizaje? Gracias nuevamente Lucho por poner estos temas en el tapete. Coloco nuevamente el vínculo al texto de nuestra amiga http://www.washingtonpost.com/wp-dyn/content/article/2010/06/17/AR2010061704565.html

  • Patricia Arregui

    Yo sí capté un claro sentido irónico en las palabras de la autora, y lo interpreté como un "no me evalúes única — o principalmente siquiera — en base a los logros de aprendizaje de mis alumnos, porque, aunque fuera maga, comprometida, dedicada y muy capaz, hay fuerzas externas tan poderosas que dificultan mi trabajo, que no puedo garantizar buenos resultados, particularmente si trabajo en una escuela de contexto desfavorecido!! " Porque políticamente es imposible cumplir las condiciones que ella demanda — y que no sabemos si en realidad las desea (tal como la de no permitir la promoción a quienes no logren aprender lo esperado en determinados grados — ya que sabemos que la mera repetición no garantiza mejora alguna)… Tendré que volver a leerlo a ver si descifro su "verdadera intención"… en cualquier caso, el punto más importante es lo del valor agregado — y eso es un reto inmenso si se intenta evaluar y pagar a los docentes en función a ello: pruebas a TODOS los estudiantes de TODOS los grados en TODAS las materias, ya que si no sólo a algunos docentes se les podría aumentar las remuneraciones! Creo que hay otras prioridades para la inversión educativa, por más que valoremos la evaluación de aprendizajes y la idea de que la remuneración docente debe estar atada a su desempeño en alguna medida…. Pachi

  • Azucena del Aguila Aguilar

    Hay que estar en el ejercico de la profesión y haberlo hecho en todos los niveles académicos y socioeconómicos, para hacer un comentario sobre este tema, estoy de acuerdo con Patricia, que me parce refleja más la realidad nuestra

  • nico

    Nicolás Knutzen dice:
    La docencia es una labor muy noble pero a la vez de alto grado de responsabilidad, por la trascendencia que lleva sus acciones, el ejercicio de la enseñanza alumbra el aprendizaje, si no se produce una respuesta entonces podemos decir que el maestro no llegó al alumno por tanto el resultado de nuestros alumnos refleja nuestro trabajo, por supuesto que las evaluaciones reflejan el desempeño docente, se mide la calidad de un ingeniero por la exactitud de sus planos pero evidencia su trabajo al no caerse su edificación, así pues el maestro que no realiza bien su trabajo no tendrá aprendizaje.,¿ y qué de los alumnos faltones, distraídos, de poca ayuda y apoyo en el entorno familiar, los que provienen de familias disgregadas, o los que trabajan?, en resumen los problemáticos, habrá que apartarlos y discriminarlos, ¿acaso la docencia no es la noble labor de enseñar? es fácil enseñar al “buen alumno” el reto ,el trabajo, el esfuerzo está en Miluzca, Miguel y Silvia, en ellos debemos esforzarnos.

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