Equidad,  Políticas

¿Me colabora con 10 millones para la escuela rural?

«El presidente Alan García se comprometió en donar 10 millones de dólares para atender los problemas de infraestructura de escuelas y agua potable en Haití». Así dice la noticia aparecida hace pocos días en los diarios. Nadie en su sano juicio podría juzgar mal un gesto de solidaridad como este, menos aún con una población tan afectada por la desgracia como la haitiana. Ahora bien, tome nota de estos datos: en Puno, la región donde más niños murieron por el friaje el 2009, hay 136,000 estudiantes en escuelas rurales públicas, la mitad de las cuales no está conectada a la red de agua potable. En Cusco, tan castigado hoy por las inundaciones, hay 143,000 niños estudiando en escuelas rurales, sólo el 45,1% de ellas están conectadas a la red de agua potable. Estas cifras regían hasta antes de las lluvias, huaycos y desbordes de los ríos. Ahora podrían ser peores.

Más de 2’000,000 de niños estudian en escuelas rurales en el Perú, pero apenas el 36% de sus escuelas disponen de agua limpia y sólo el 40% de energía eléctrica. Por si fuera poco, los alumnos de la escuela rural, según el Segundo Estudio Regional Comparativo y Explicativo (SERCE) realizado por UNESCO el 2006, son los más atrasados de América Latina respecto del rendimiento de los estudiantes urbanos.

Si usted piensa que el servicio que presta el Estado a los niños que viven en el campo es deplorable porque no invierte en él, las cifras podrían darle la razón. En 1994 sólo el 55,3% de los niños de tres a cinco años de edad de las áreas rurales recibían educación inicial. Trece años después, en el 2006, esa cifra de cobertura descendió a 53,5%. En verdad, no ha habido políticas agresivas de expansión de la educación inicial portadoras de una inversión tan significativa como la de los programas Laptops por niño, alfabetización o refacción de colegios urbanos «emblemáticos». Ni siquiera de 10 millones de dólares.

Esto nos lleva a ensayar otra explicación, que no contradice la anterior: también se invierte mal. Lo que el sentido común aconseja es que allí donde hay mayor necesidad se requiere más inversión. Pero aquí es al revés: los locales escolares más equipados y con personal docente completo son los de las ciudades. Los rurales están en manos de lo que la propia comunidad pueda hacer por ellos. A las familias urbanas de ingresos medios no se les pide que sostengan este servicio público, a las más pobres sí. Y, por si fuera poco, nos parece un mérito.

La experiencia internacional ha demostrado, además, como lo señala el famoso Informe McKinsey, que una de las claves del progreso en la calidad de la educación consiste en elegir, preparar y asignar bien a los docentes, enviando a los mejores allí donde hay más necesidad. Eso requeriría invertir en sistemas más serios de selección y formación docente, cuyos buenos resultados se vean en el salón de clases. Pero también en estrategias que permitan evaluar y asignar a los más capaces a la escuela rural. Por ejemplo, los que hablen el idioma de sus estudiantes, estén dispuestos a aprender de la comunidad, valoren el capital cultural e intelectual de los niños y tengan altas expectativas en sus posibilidades de aprender, no sólo a leer, sumar y cantar el himno nacional, sino a alcanzar todas las competencias que necesitan para ser ciudadanos de pleno derecho.

Según la prensa, el Presidente «ofreció también enviar equipos de maquinaria pesada así como técnicos especializados» para ayudar a la reconstrucción de Haití. Cuando regresen, las escuelas rurales peruanas estarán esperándolos.

Luis Guerrero Ortiz
Escrito para El río de Parménides
Difundido por la Coordinadora Nacional de Radio (CNR)
Fotografía (c) krudo/ www.flickr.com
Lima, 12 de febrero de 2010

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Soy docente, estudié la carrera en la Pontificia Universidad Católica del Perú; una maestría en Política Educativa en la Universidad Alberto Hurtado (Chile); y una maestría en Educación con mención en Políticas Educativas y Gestión Pública en la Universidad Antonio Ruíz de Montoya (Perú). Hice también posgrados en Terapia Familiar Sistémica (IFASIL), en Periodismo Narrativo y Escritura Creativa en la Universidad Portátil (Buenos Aires). Soy actualmente profesor principal en el Innova Teaching School (ITS) y Director de la revista virtual Educacción. Soy coautor de tres libros de cuentos: «Nueve mujeres peligrosas y un hombre valiente», «Relatos valientes de mentes peligrosas» y «Veintitrés mundos: Antología valiente de relatos peligrosos». He publicado recientemente el libro de cuentos «Amapolas en el jardín» (2022).

2 Comments

  • Anónimo

    Nos queda esperar, esperar.
    Tengo alumnos de una zona económica media de Lima que tienen serios problemas de aprendizajes debido a la escaso desarrollo de sus capacidadesq. Pocas veces llegan a resolver problemas inmediatos o que les demanden de tiempo más considerable. No me imagino la realidad educativa de los estudiantes de ámbitos rurales y los problemas que puedan tener. ¿Inversión? Por supuesto, pero uno debe pensar en qué y cómo invertir, porque no es vital comprar gran cantidad de libros o capacitar a docentes a granel o construir colegios inmensos que albergan vaciós en esas dimensiones. Hay que invertir en la gente de esas mismas zonas, descentralizar la educación con las mismas personan que habitan las ciudades. Me explico con una experiencia ajena: tengo un amigo que a su vez tiene un primo, quien aceptó ir a un pueblo de la selva de Madre de Dios a enseñar. Se quedó impactado con la realidad con la que se topó, sintió que a cada empuje que daba, retrocedía dos pasos más, pues los alumnos de secundaria apensas si podían escribir tres líneas de alguna histria de su imaginación, y no sólo eso, ellos sentían miedo. Tal vez porque se dieron cuenta que las expectativas de su profesor eran mucho más altas de lo que ellos podría aspirar, má aún si era un docente de la "capital". Este colega regresó a Lima, pues encontró más inconvenientes que no siempre tenía relación con lo pedagógico, como las costumbres de la localidad, el conocimiento limitado del castellano o la falta de ciertos beneficios que brinda la "modernidad". Pienso que se deben preparar a adolescentes de las zonas rurales que tienen vocación de educadores. Iniciarlos en la carrera pedagógica con entusiasmo y rigor académico, así como con formación ética. Ellos deben volver a sus pueblos e iniciar programas de educación descentralizado con la misma gente que los vio nacer y crecer. Muchos profesores tienen problemas cuando van de las ciudades e incluso capacitan a otros docentes de esos ámbitos, pues éstos último ya traen incluso inconvenientes previos de formación profesional, que si es cierto mucho intentan mejorar y lo logran hay un buen grupo que no lo hacen. Pienso y siento que una medida importante es hacer que la misma gente preparada que nace en las comunidades, regresen a sus raices a ser el factor determinante de su desarrollo, pero para ello se les debe iniciar en una carrera ofensiva de formación docente, ellos sienten y padecen como su gente, la conocen, la saben y a sienten por ello su rol y su acción sería más importante pues no sólo estarían cumpliendo con su labor como docente sino con su misión con su "tierra". Sé que que hay profesores de pueblos del interior que enseñan en sus localidades, pero la idea es crear todo un programa nacional para ellos como una de las medidas complementarias al desarrollo educacional de las zonas rurales. ¿Esperar? cuanto esperaremos más, algo se debe hacer, sé que esto tomaría mucho tiempo, pero debemo de iniciar algo ya. Hoy ya es tarde, pero nunca es fatal, así que aun nos queda una puerta de esperanza. "Hay hermano muchísimo que hacer" (Vallejo)

  • Anónimo

    Exactamente hacer en nuestro pais…Pero tambien ver la paja en el ojo propio. Me acuerdo de ni;a haber sido motivada a realizar colectas para los ni;os de africa y al crecer descubrir que existian AA.HH pujando por el desarrollo de su gente.

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