Relatos

Acting out

A ratos pensaba que era un poco tarde para despertarse. Que quizás era mejor enfundarse nuevamente en sus viejos sueños de consolación, cerrar las cortinas del cuarto y apagar el timbre del teléfono, ignorando la visible mudanza que acababa de producirse en su vida. Quedarse solo una vez más y a estas alturas del camino, como que exigía beneficio de inventario. Pero no parecía -al menos ese día- muy dispuesto a cerrar balance.

Sí, era mejor seguir dormido. Mejor que despertar y repasar, con la ansiedad de siempre, la misma hilera de imágenes esperando turno al otro lado del teléfono para escuchar tan sólo una palabra de sus labios. O, mejor aún, aguardando que asome desde el inexistente jardín de esa casa dividida, que ya no era la suya. Una hilera de fantasmas, deleznables al tacto, irreconocibles, extraños e indeseados, menos amable con su ritmo cardíaco de lo que él se obstinaba siempre en suponer.

Pero seguir durmiendo era una alternativa interesante por un segundo motivo. Su cansada mente podía entretenerse girando en recurrida alegoría la conocida rueda del éxito, con su amalgama de rutinas y rituales de predecible y calculada informalidad, de diálogos deliberada pero dignamente infructuosos, de reverencias e irreverencias disparadas a derecha e izquierda con solemne pretensión de sabiduría.

Definitivamente, era mejor soñar el éxito que actuarlo. Por lo menos esa mañana pos navideña, siempre oportuna para aletargar con inusitado placer aquellos entrenados ímpetus de futuro que corresponden, por supuesto, a todo profesional impecablemente preocupado por el futuro de su país.

Naturalmente, soñar el éxito no daba para comer. Pero la cena de navidad había sido propicia. Había amanecido incluso con un poco de indigestión. Esa mañana no necesitaba ganarse la vida. Ni la vida, de eso estaba inconmoviblemente persuadido, necesitaba ganarlo a él. Era a él a quien le urgía recuperarse a sí mismo, estando como estaba a ratos, a pocos metros de perderse. Y de perder también el deseo de volver a encontrarse o de extraviar, importantísimo, el recuerdo de su nuevo esquema corporal. Había que atajar el riesgo.

Esa mañana, por lo tanto, era la suya. Y el teléfono no sonó. Ni la luz del sol ingresó al cuarto. Y sus adorables fantasmas tomaron vacaciones. Por primera vez en mucho tiempo, se hizo cargo de sus propios sueños, anodinos, marginales, escandalosamente simples, reprochables de banalidad, pero deliciosamente dormido al arrullo incomparable de la voz de Laura Pausini.

Lima, marzo de 1990

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Soy docente, estudié la carrera en la Pontificia Universidad Católica del Perú; una maestría en Política Educativa en la Universidad Alberto Hurtado (Chile); y una maestría en Educación con mención en Políticas Educativas y Gestión Pública en la Universidad Antonio Ruíz de Montoya (Perú). Hice también posgrados en Terapia Familiar Sistémica (IFASIL), en Periodismo Narrativo y Escritura Creativa en la Universidad Portátil (Buenos Aires). Soy actualmente profesor principal en el Innova Teaching School (ITS) y Director de la revista virtual Educacción. Soy coautor de tres libros de cuentos: «Nueve mujeres peligrosas y un hombre valiente», «Relatos valientes de mentes peligrosas» y «Veintitrés mundos: Antología valiente de relatos peligrosos». He publicado recientemente el libro de cuentos «Amapolas en el jardín» (2022).

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