Las cuatro niñas decidieron faltar a clases ese día. No era su primera vez, había experiencias previas que les hacían sentir cierta seguridad de no ser descubiertas. No eran del grupo de las «niñas malas», que se escapaban a veces para adentrarse en el mundo oculto detrás de los espejos. Eran tan sólo cuatro adolescentes principiantes que gustaban de vez en cuando disfrutar de algunas «frugales transgresiones», como diría Benedetti, en la aún borrosa certeza de que se crece «solamente en la osadía». No obstante, las pescaron y las cuatro fueron a parar a la dirección del colegio.
Los regaños y amenazas empezaron a proferirse contra ellas, aunque ninguno de esos gritos perturbaba la extraña serenidad de Estela. Ocurre que la niña era la hija de la presidenta de la Asociación de Padres de Familia del colegio y era una regla implícita, casi una tradición, bastante conocida por todos, que nadie se mete con los hijos de quien ocupe semejante cargo. En verdad, estas normas invisibles, muy respetadas por el personal, extendían la condición de intocables a los niños parientes del director, a los hijos de otros docentes del colegio, a los de la señora del kiosco, que les fiaba siempre sándwiches y refrescos con tanta generosidad; y hasta a los hijos del portero, a quien le debían todos continuos favores de muy diversa naturaleza.
Dicho y hecho. A los pocos minutos llegó el director, ordenó que se lleven de allí a las tres chicas asustadas y que procedan con la sanción respectiva. Sólo Estela se quedó con él a escuchar sus paternales exhortaciones. El director le rogó que no se deje llevar por la senda del mal por muchachas como esas, en especial por Roxana, de quien se sabía era una drogadicta que hasta había tenido un aborto. Estela, que conocía bastante bien a su amiga, no pudo ocultar su indignación ante esas calumnias y le reprochó con firmeza que le haga acusaciones tan graves sin tener pruebas. El director, quizás por evitar que la niña lo comente a su madre, le dijo que eso había escuchado pero que lo investigaría mejor y que por ahora podía irse nomás a su aula.
Nadie se casa si no tiene padrino, dice el refrán popular. Es decir, las normas que se supone rigen para todos, pueden pasarse por alto si acaso vienes respaldado por alguien con poder, poder para perjudicarme o para privarme de ciertos beneficios a los que no quiero renunciar. Significa que la legalidad, la justicia y la ética acaban allí donde comienzan mis intereses particulares. Como todos sabemos, este comportamiento se observa a diario en todos los ámbitos de la vida social y particularmente en la vida política. La noción de bien común que la educación nos aportó suele ser, digamos, algo tenue.
Lo grave, sin embargo, es que esto ocurra en las escuelas y que los propios educadores no tengamos pudor de fabricar padrinos y privilegios a vista y paciencia de todos. Porque todos los alumnos de ese colegio saben que el favoritismo, la discriminación y el prejuicio son las leyes que allí rigen, salvo excepciones, la conducta de los adultos responsables de su formación. Esta es sin duda la más retorcida y a la vez efectiva manera de formar en valores. Mientras tanto, la política educativa sigue diciéndonos que las matemáticas y la comprensión lectora son la clave para mejorar la educación. Hasta pronto.
Luis Guerrero Ortiz
El río de Parménides
Coordinadora Nacional de Radio
Fotografía © pdelguy/ www.flickr.com
Lima, 27 de febrero de 2009
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3 Comments
Kimberly
Hola Luis,
Mientras leia la historia pensaba que hubiera pasado si en en verdad la Estela fuera el “mal elemento” en la clase y que debido a la madre nadie en el colegio,ni el director, se atreva a decir algo como si lo harian con cualquier otro alumno hijo de vecino.
Como podriamos hacer para mejorar en esas pequenas cosas?
Saludos,
alan
NADIE SE CASA SINO TIENE PADRINO,que verdad para cierta en nuestro Perú; hasta para decir la verdad, querer hacer respetar sus derechos, denunciar irregularidades,tienes primero que ver si tienes respaldo de alguien importante o dinero para seguir una demanda injusta SINO…
Alfil1904 Arequipa Perú
José Ramos
Saludos Profesor:
Bueno es la realidad, lo que puedo comentar es que en la escuela todavía se sigue cultivando la cultura de la autoridad, es decir la opinión de la autoridad es la verdad y esta es superior a la razón.