Cuentos

Terminal

Faltan treinta minutos para embarcar. Parece poco, pero no lo es. Ya quisiera estar en camino. Necesito llegar a Huancayo a tiempo. Me dijo Fredy que me estaría esperando en el terminal y que nos iríamos en su camioneta hacia Chanchamayo. Ambos queremos mucho a Julia y nos apena tanto verla así. Le diagnosticaron hepatitis fulminante, demasiado tarde, en verdad agoniza. Pero me ha mandado llamar, me quiere decir algo y dice que es muy importante. Necesito llegar a tiempo y tiempo es lo que menos tiene.

Qué ambiente tan frío es este. Una sala enorme con un techo tan alto me hace sentir insignificante. Estar entre estas inmensas paredes de vidrio me hace sentir más frágil. La multitud, el ruido, la música, los gritos, en verdad me abruman. Encima, esta opresión en el pecho, este sudor en las manos, esta estrechez en la garganta. No me siento cómodo.

No quiso hija, no le dio la gana, así es esta muchacha. No sé de quién hablan estas señoras que están frente a mí ni me interesa, pero no puedo evitar escucharlas. Dos visten de azul, pero una de un rojo sangre muy oscuro. Ese color me afecta. No entiendo por qué están de manga corta y con sandalias, yo siento frío. La que luce mayor tiene lentes oscuros alzados sobre su cabeza. Pero es de noche ¿quién necesita lentes oscuros de noche? No le dio la gana, dice. Bueno, así es la vida señora, así somos todos. Uno no siempre obtiene lo que quiere ni quiere siempre lo que debe. Si lo sabré yo.

Contéstale, no seas mala. No, déjalo que sufra. Ahora hablan estas dos chicas que tengo a mi derecha. ¿No hay un cono del silencio aquí? No tendrán más de veintitantos y están con sus celulares en la mano. El amor, sus juegos, sus trampas y sus complicaciones, no sé a qué muchacho estará torturando una de ellas antes de decirle que sí. Ríen. Al otro lado de la línea seguro que se sufre. Ay, las expectativas. Cómo pudiéramos prescindir de ellas. El mundo sería otro. De seguro más feliz, pero menos excitante.

Mi expectativa ahora es encontrar viva a Julia. No sé qué quiere decirme, pero sea lo que sea, si hacerlo le permite irse en paz, quiero estar allí y escucharla. Fredy y yo estábamos tan enamorados de ella en la universidad. Éramos patas, desde siempre, pero esa rivalidad nos distanció. A pesar de todo, si parábamos juntos era por Julia. Los tres íbamos a todos lados. Al cine, a comer, a estudiar o a perder el tiempo en algún parque. A ella le agradaba, le divertía vernos así, tontos y atentos, compitiendo por su atención, nos sonreía a ambos, pero nunca nos hizo caso.

Julita era tan divertida, hasta cuando nos hablaba de las cosas más serias, alguna de sus expresiones siempre nos hacía reír. Nos encantaba escucharla. Sus muecas, sus manos agitándose sin parar, sus ojos abriéndose como dos lunas, las distintas formas que adoptaban sus labios al hablar, sus largos cabellos lacios moviéndose en todas las direcciones, todo nos dejaba extasiados. Cuando empezó a salir con Mario y, peor, cuando se casó con él, Fredy y yo volvimos a ser los amigos de antes. El dolor hermana. La rabia también. Odiamos tanto a Mario. Hace mucho de eso. El pobre murió el año pasado, fue un accidente horrible, un drama insufrible para ella, y ahora esto. Ay, Julia. Qué otro curso habría tomado tu vida si nos hacías caso. Nunca lo sabremos.

Una morenita joven, de cabellera larga, blusa blanca y jean azul, justo detrás de las dos chicas torturadoras, tiene una mirada triste. Sus ojos están clavados en el vacío, está mustia e inerte. Cada quién lleva sus tragedias en silencio. Tiene una mochila rosada a su costado. Tal vez en su interior estén las claves que explican su ánimo. Una carta, un obsequio, una prenda, un anillo y alguna una historia mustia detrás. O tal vez solo esté cansada, como yo ahora. Debería estar en mi cama, dejando las preocupaciones sobre el velador y sumergiéndome en mi almohada. Pero estoy aquí. Esperando que llamen para subirme a un bus en el que no podré dormir y que me hará llegar a mi destino ajado, despeinado y quizás lloroso, con el rostro maltrecho.

Ya, ya, tu dile que sí nomás, ya mañana le explico. Eso dice el señor de polo y gorrito blanco que está a mi izquierda. Lo entiendo, es tarde, no es hora de dar explicaciones, aunque siempre hagan falta. Yo, por ejemplo, quisiera entender todo esto. Qué hago aquí, en este terminal, en esta silla fría, dura y estrecha, y qué hace ella allá, en la cama de ese hospital, al lado de tantos otros desahuciados, esperando la muerte. Pero a la vez, quisiera no pensar en nada, solo dejar que la vida me lleve, nos lleve, a Julia, a Fredy, a mí, donde tenga que llevarnos. Como dice este tipo, hay que dejar las explicaciones para mañana.

Los que van a Huancayo en el bus de las diez, estamos listos para embarcar. Al fin. Se acabó la espera. Hay que pararse, hay que moverse, mochila al hombro, boleto en mano. Ahora se forma un tumulto para hacer la fila. Es inútil señores, estés último o primero para subir, todos llegaremos a la misma hora.

La chica que no quiere contestarle a su pretendiente está delante de mí. Su amiga, a su lado. La morenita triste está más adelante. Había sido bien pequeñita. El tipo de la gorra quedó atrás. La señora de rojo también. No hablan. Nadie habla ahora. Todos estamos ansiosos, todos queremos llegar a nuestros asientos de una vez y dejar que la noche haga de nosotros lo que quiera durante las próximas nueve horas. Allá voy Julita. Espero llegar a tiempo. Aguarda por mí. No sé qué tengas que contarme, pero ojalá me hayas llamado para decirme que siempre me quisiste a mí. ■

Lima, octubre de 2023

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Soy docente, estudié la carrera en la Pontificia Universidad Católica del Perú; una maestría en Política Educativa en la Universidad Alberto Hurtado (Chile); y una maestría en Educación con mención en Políticas Educativas y Gestión Pública en la Universidad Antonio Ruíz de Montoya (Perú). Hice también posgrados en Terapia Familiar Sistémica (IFASIL), en Periodismo Narrativo y Escritura Creativa en la Universidad Portátil (Buenos Aires). Soy actualmente profesor principal en el Innova Teaching School (ITS) y Director de la revista virtual Educacción. Soy coautor de tres libros de cuentos: «Nueve mujeres peligrosas y un hombre valiente», «Relatos valientes de mentes peligrosas» y «Veintitrés mundos: Antología valiente de relatos peligrosos». He publicado recientemente el libro de cuentos «Amapolas en el jardín» (2022).

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