Relatos

Unan sus manos conmigo

Me marché con el puño cerrado… Vuelvo con la mano abierta.
Rafael Alberti (1902-1999)

Claro que llamaba la atención. No recordaba haber visto nada semejante en ningún espectáculo ni ocasión parecida. Llamaba la atención y causaba una gran impresión. Era un gesto tan elocuente. No se necesitaba mucha ciencia para deducir su significado -confianza, seguridad, protección, afecto- y, sin embargo, la ciencia haría después revelaciones más asombrosas. Por ejemplo, que tomarse de las manos puede reducir el cortisol, la hormona del estrés, y hasta disminuir la frecuencia cardiaca. Más aun, que ese tipo de contacto alivia el dolor, sincroniza la respiración y la actividad cerebral. Imposible que Zagallo supiera tanto pues aún no se habían hecho esos estudios, pero no hacía falta. El símbolo era poderoso. Fue una decisión muy sabia del entrenador. Impresionaba ver a los jugadores del equipo brasilero, que había ganado su derecho a clasificar a ese mundial sin competir por ser el campeón del mundo, salir al campo de juego tomados de la mano.

Estábamos a mediados de 1998. El papa Juan Pablo II ya había protagonizado otro acto sorprendente haciendo una visita pastoral nada menos que a Cuba. También había estallado el Escándalo Lewinsky en la Casa Blanca y los deslices de Bill Clinton prometían convertirse en la noticia del año, un año que, según el horóscopo chino, haría posible que los niños nacieran valientes, competitivos y fuertes, como los tigres. Pero no fue así. Un Mundial de Fútbol es siempre el mayor punto de atención cada cuatro años y en 1998, Francia era el mayor foco de atención de todos los países del planeta. Era allí donde treintaidós equipos de muy diversas nacionalidades iban a demostrar cuán valientes, competitivos y fuertes podían llegar a ser en la cancha. Era allí donde Brasil iba a mostrarle al mundo que ninguna de esas cualidades estaba reñida con los sentimientos y que podían demostrar vulnerabilidad sin sentir vergüenza, tanto como su convicción de la necesidad del otro.

El 10 de junio de ese año se jugó el decimosexto Mundial de Fútbol. Francia, el anfitrión, estrenaba nuevo Estadio en Saint-Denis y allí ganó el torno derrotando a Brasil por 3 a 0 en el partido final. Ronaldo, Bebeto, Émerson, Rivaldo, Dunga, Cafú, Taffarel, nos regalaron tanto. Ninguno de ellos mereció perder. Pero Francia, sin duda, mereció ganar. Como equipo fueron más y, entre otras cosas, nos regaló a Zinedine Zidane, el mejor jugador de ese torneo.

Las derrotas de Argentina, México, Colombia, Paraguay o Chile -para variar Perú no agarró cupo- no dolieron tanto como la de los entrenados por Mario Lobo Zagallo, un exjugador brasileño que ya había ganado dos Copas del Mundo en 1958 y 1962. La tristeza de esos muchachos y la de su sagaz técnico fue también la nuestra.

El fútbol no es mi pasión. En algunas ocasiones importantes me limito a encender la televisión y a dejarla correr en solitario mientras trabajo, solo me paro de mi sitio para ver la jugada critica cada vez que escucho gritar gol. Pero un mundial de fútbol es otra cosa. Imposible no pegarse a las pantallas en cada inauguración ni, cuando menos, en los partidos decisivos de cada fase.

Cada copa nos ha dado algo para el recuerdo. La de Rusia, qué duda cabe, nos trajo la emoción de ver nuevamente a Perú en un campeonato de esta talla después de 36 años. Sin embargo, nunca he podido sacar de mi mente la imagen de estos muchachos saliendo a los estadios tomados de la mano. Quizás porque sabemos que la mayoría de ellos no proviene de una cuna con abolengo y estar allí significa la coronación de un sueño duramente conquistado. Es verdad, como escribió alguna vez Mariana Ceratti, las historias de jugadores que nacieron pobres y se volvieron ricos gracias al fútbol no suelen ser la de los millones de niños que aspiran a ser como sus ídolos. Solo el 2% de los más de treinta mil jugadores registrados por la Confederación Brasileña de Fútbol gana más de 20 salarios mínimos mensuales. No es por esa puerta que escaparán de la pobreza, pero ¿quién les quita esa ilusión? Será por eso que esas manos entrecruzadas simbolizaban tanto.

Terminado el mundial de Francia, dos meses después, en el garaje de una casa en California, Larry Page y Sergey Brin, dos jóvenes estudiantes de la universidad de Stanford, fundan la empresa Google. La historia está llena de testimonios del poder de la colaboración y de la aspiración en el logro de metas que parecían imposibles. Importante recordarlo.

Lima, 06 de noviembre de 2022

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Soy docente, estudié la carrera en la Pontificia Universidad Católica del Perú; una maestría en Política Educativa en la Universidad Alberto Hurtado (Chile); y una maestría en Educación con mención en Políticas Educativas y Gestión Pública en la Universidad Antonio Ruíz de Montoya (Perú). Hice también posgrados en Terapia Familiar Sistémica (IFASIL), en Periodismo Narrativo y Escritura Creativa en la Universidad Portátil (Buenos Aires). Soy actualmente profesor principal en el Innova Teaching School (ITS) y Director de la revista virtual Educacción. Soy coautor de tres libros de cuentos: «Nueve mujeres peligrosas y un hombre valiente», «Relatos valientes de mentes peligrosas» y «Veintitrés mundos: Antología valiente de relatos peligrosos». He publicado recientemente el libro de cuentos «Amapolas en el jardín» (2022).

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