Memorias

Amnesia

Había conservado todo, syllabus, materiales de lectura cuidadosamente escogidos, numerosos textos escaneados y editados con esmero, los mejores trabajos de mis alumnos, mi tabla de criterios para la calificación, la nómina de los cursos y un pequeño baúl de insumos muy variados, de donde podía extraer fragmentos de artículos bastante largos pero importantes y que había seleccionado con paciencia a costa de muchas horas de navegación por la web. Tratándose de diez años de docencia, podrás imaginar el volumen de todo lo que pude acumular en esa antigua carpeta.

También tenía allí, minuciosamente clasificados, todos los materiales de la investigación que hice para la Van Leer hace cinco años, datos, entrevistas, cuestionarios, fichas de observación, todos mis registros, pulcramente trasladados de toneladas de papel escrito a mano por mis asistentes de campo, traducciones invalorables de artículos en inglés, una inmensa bibliografía sobre habilidades para enfrentar conflictos en niños pequeños, que me costó mucho reunir, mis informes preliminares, las cartas de mi asesora, mi informe final completo, mi resumen de 100 páginas y mi artículo de 30 páginas, redactado para su publicación.

Estaban también mis viejos poemas, rescatados a duras penas de los viejos discos de 5 ¼ pulgadas desde principios de los 90, así como pequeños pero numerosos relatos escritos en muy diversas circunstancias durante quince años seguidos, anclando cada uno fugaces instantes de admiración, desconcierto, tristeza o melancolía. También mis cartas, los poemitas de Pablo, los artículos que publiqué, los que estaban en cola para ver la luz, los que estaban a medio vestir, esperando una oportunidad.

Que decir de mis monografías, mis informes de lectura, los numerosos trabajos bibliográficos que elaboré con afán y que archivé con orden insospechado a lo largo de tres años de estudios de magíster, para no hablar de los materiales de mis cursos, las presentaciones audiovisuales, las cartas de mis compañeros, las fotografías del paseo a Valparaíso, los poemas de Simón, las direcciones…

Podría continuar, pero es ya inútil hacer el inventario. Nada de eso existe más. El disco de mi maquina se dañó y jamás podré volver a abrirlo. Nadie hasta ahora me ha podido ayudar a sacar toda la vida que pude acomodar en sus sectores durante cerca de 15 años. Recordaba esta mañana –todavía puedo hacerlo- que desde mi primer cambio de colegio, en la primaria, hasta mi último divorcio, me la he pasado volviendo a comenzar una y otra vez, a veces con tal perseverancia que a ratos pareciera que mi nombre es la única constante que he podido conservar en cuatro décadas. Será quizás por eso que esta súbita, inexplicable y absurda pérdida de memoria, al menos hasta hoy, no me ha sepultado en la tristeza.

Lima, 21 de marzo de 2006

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Soy docente, estudié la carrera en la Pontificia Universidad Católica del Perú; una maestría en Política Educativa en la Universidad Alberto Hurtado (Chile); y una maestría en Educación con mención en Políticas Educativas y Gestión Pública en la Universidad Antonio Ruíz de Montoya (Perú). Hice también posgrados en Terapia Familiar Sistémica (IFASIL), en Periodismo Narrativo y Escritura Creativa en la Universidad Portátil (Buenos Aires). Soy actualmente profesor principal en el Innova Teaching School (ITS) y Director de la revista virtual Educacción. Soy coautor de tres libros de cuentos: «Nueve mujeres peligrosas y un hombre valiente», «Relatos valientes de mentes peligrosas» y «Veintitrés mundos: Antología valiente de relatos peligrosos». He publicado recientemente el libro de cuentos «Amapolas en el jardín» (2022).

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