Cuentos

Bien y mal

Lo más aburrido del mal es que a uno lo acostumbra
Jean Paul Sartre

Me llamo Jesús Pedraza. Ese es mi nombre. Bueno, debo decirle que no me hace feliz contarle esto, pero ¿qué puedo hacer? Usted quiere saber la verdad. Yo le voy a contar la verdad.

Para empezar, déjeme decirle que la gente no entiende nada, oiga, no entiende nada y se mete a opinar donde nadie la llama. Habla por hablar, sin saber nada de nada. Ella hizo lo que hizo porque quiso. Yo no le hice nada malo. Al contrario, le di todo lo que tengo, le di cariño, como nadie se lo dio, ¿me entiende? Estamos rodeados de malagradecidos señor. La gente recibe lo que uno les da y ahí no le ven a uno ningún defecto, pero si algo sale mal, no sólo se quejan y acusan, sino que buscan fregarlo a uno ¡Qué carajo! Lo peor de todo es el escándalo, les encanta el escándalo. Se ponen a escarbar tu vida, ¿con qué derecho, dígame?, ¿qué les importa? Ella hizo lo que hizo porque quiso, sin que yo le haga nada. Ha sido a raíz de eso que han sacado todas esas cojudeces en los diarios que, yo le voy a explicar, mire, son mentiras, todo está exagerado, es asqueroso ¡Imagínese si ella las leyera!

Han publicado que a ese chico Gonzáles lo jodíamos feo en el colegio. Eso es verdad solo hasta cierto punto. Pero dígame, ¿quién no hace huevadas a esa edad?, son cosas de muchachos, oiga, todos hemos pasado por esto, hasta usted seguramente. Quizás alguna vez se nos puede haber pasado la mano, pero tampoco es para tanto. ¿Sabe qué? La gente sensible me revienta. Lloran de cualquier cosa, no tienen correa señor y, de verdad, hay que tenerla para aguantar todo lo que la vida le hace uno. Además, ese sujeto ya es un hombre hecho y derecho, venir a lloriquear a estas alturas por cosas de chicos es ser un maricón. Me encabrona eso.

Él ha declarado que le rompíamos los lentes a cada rato. Mentira. Lo hicimos solo un par de veces, aunque la segunda vez los rompió él mismo por forcejear con nosotros. Dice también que me comía siempre su lonchera y que después la pateábamos por el pasadizo. ¿Sabe qué? Alguna vez habré hecho eso, no a cada rato, pero tampoco es para tanto. ¡Todo el mundo se comía la lonchera de los demás en el colegio!, ¿acaso yo era el único? ¡Son travesuras de muchachos! También ha dicho que le rompí el dedo al cerrar la ventana, bueno, eso fue un accidente, ¿qué culpa tengo yo de que haya puesto su mano ahí? Y sobre los insultos, mire, pueda que nos hayamos pasado de la raya alguna vez, pero por favor, ¿quién no se pone chapas en el colegio?, no me jodan, ¡no se hagan los angelitos tampoco!

A raíz de todo esto han publicada otra historia, la del asfixiado. Déjeme aclararle algo: eso ocurrió con otro muchacho y nada tuve que ver yo. Al japonesito le pusieron una bolsa de plástico en la cabeza y ahí lo retuvieron hasta que se desmayó, eso fue un exceso quizás, pero le juro que yo sólo estuve allí, solo miraba, no participé. Él después se recuperó, no pasó de un susto, tampoco se puede exagerar todo. A ese jalado se le batía feo, es cierto, le botábamos sus cuadernos, le cortábamos mechones de pelo, era gracioso verle la cara, nos hacía reír mucho ese huevón. Pero, oiga, ¿acaso no ha sido muchacho usted también? Por favor, todo el mundo sabe que en los colegios ocurren estas cosas, eso es normal, no es un convento, no se puede hacer una tragedia de cada estupidez. Tampoco vamos a venir a llorar por eso diez años después, ¿no le parece? Lo pasado es pasado, y nadie se murió, ¿verdad? Ahí siguen, vivitos y jodiendo.

Lo que hay que decir también, mire usted, es que gente como esta da cólera. ¡Hay que ser francos! Claro, uno de chico a veces no se mide, pero carajo, ese Gonzáles era una mosca muerta. Parecía un muerto viviente. Daba risa. Todo empezó como un juego, queríamos probar si ese sonso era capaz de enojarse, de gritar, de pelear, así comenzamos a molestarlo y bueno, ya le digo, cuando uno está muchacho no se mide a veces, nos hubiera gustado que peleara en vez de orinarse, porque, ¿qué va a hacer después con su vida un baboso así? ¡Había que despertarlo!, ¿no cree? ¡Le estábamos haciendo un favor!

Ya ve, ahora que ha sacado a relucir estas cosas a la prensa y a llorar por todo lo que ha gastado en psicólogos, me doy cuenta que tenía razón. ¿Dónde vamos a ir a parar con huevones así? La gente débil que se asusta de todo, no pude enfrentar la vida, todo es llanto. La mariconada me revienta. Mala suerte la mía que ese idiota resultara siendo el marido de la mejor amiga de mi novia.

El caso del japonés era distinto. Aparte de su cara chistosa, daba bronca su manera de ser. Era un sabelotodo. Ordenadito, aplicadito, cumplidito, puro 20 sacaba, era la gran cagada. Todo lo que odiábamos del colegio él se lo tomaba en serio. Los profesores que nos tenían marcados, a ese cojudo lo elogiaban siempre. Daba bronca, claro que daba bronca. No estábamos locos. Quizás reaccionamos a veces un poco mal, pero no estábamos locos.

Ahora, como le decía al principio, oiga, yo no tengo la culpa de lo que Tina hizo. Yo la quería mucho señor, ella hizo lo que hizo porque le dio la gana, yo no le hice nada malo. Vea usted, a una chica bonita, alegre y cariñosa como ella, ¿quién no la querría? Lo único que me revolvía las tripas era que estuviera metida en la parroquia mañana, tarde y noche, con lo mañosos que son los curas, ¿quién no se pondría saltón, oiga? Además, para qué tanta ayuda social, dígame, son cojudeces, ¿qué hace la gente por uno?, ¿a mi quién me ayuda?

Eso era lo único que me jodía. Nada más. Después, todo normal. Ella ha sido muy mimada de niña, ¿sabe? Por eso le decía que no estaba preparada para hacerse cargo de ella misma, menos de mí. Pero yo le iba a enseñar. La han engreído tanto además que se juraba inteligente. Era habladora, metía su cuchara en todo. Decía que leía mucho. A mí me molesta la gente sabionda ¿sabe? ¿Es que se creía mejor que yo?

Por eso, tenía que hacerle ver cada estupidez que decía delante de los demás, no por hacerla quedar mal, no vaya a creer, sino para que abriera los ojos y aprendiera a comportarse. Oiga, si a las mujeres no las crían bien sus madres, uno tiene que soplarse eso después. Yo le enseñaría. A veces puedo ser un poco tosco, a veces se me ha ido la mano, lo reconozco, pero ¿sabe qué? Yo soy franco. A mí no me gusta andarme con huevadas, voy de frente al grano, guste o no guste. Ella sabía que era así, puedo ser un poco bruto, pero también soy cariñoso y he hecho muchas cosas por ella. Oiga, no hay capricho en el que no le haya dado gusto. Hasta he robado por ella.

¿Cómo iba yo a saber que iba a tomarse todas esas pastillas? ¡Encima en mi casa! ¡Mire el lío en el que me ha metido! Me ha fregado señor, con todo lo que he hecho por ella. Yo he llamado a la ambulancia, yo la he llevado al hospital. Son gastos, señor. ¿Quién hace eso por nadie? Su madre dice que yo le pegaba, que por mi culpa se ha querido matar y el imbécil de Gonzáles está echando más leña al fuego diciendo que soy un maltratador. Hasta ha hecho que los periodistas escarben mi pasado. Qué mierda había sido ese huevón.

Así es como he terminado denunciado señor. Si yo me he escondido no es porque tenga culpa de nada, sino porque si esta mujer se muere todos van a decir ¡pobre chica! y yo voy a terminar jodido en la cárcel. Malagradecida es la gente, ¿se da cuenta?, ¿de qué vale hacer algo por los demás? Así le pagan a uno, así pagan las mujeres señor, usted debe saberlo. Pero usted está tomando nota ¿verdad? Usted va a decir todo lo que le he contado. ¡Esos hijos de puta no se van a salir con la suya!

Lima, 27 de enero de 2013

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Soy docente, estudié la carrera en la Pontificia Universidad Católica del Perú; una maestría en Política Educativa en la Universidad Alberto Hurtado (Chile); y una maestría en Educación con mención en Políticas Educativas y Gestión Pública en la Universidad Antonio Ruíz de Montoya (Perú). Hice también posgrados en Terapia Familiar Sistémica (IFASIL), en Periodismo Narrativo y Escritura Creativa en la Universidad Portátil (Buenos Aires). Soy actualmente profesor principal en el Innova Teaching School (ITS) y Director de la revista virtual Educacción. Soy coautor de tres libros de cuentos: «Nueve mujeres peligrosas y un hombre valiente», «Relatos valientes de mentes peligrosas» y «Veintitrés mundos: Antología valiente de relatos peligrosos». He publicado recientemente el libro de cuentos «Amapolas en el jardín» (2022).

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