Yosselin Amaya

Mr. Bondy

Dicen que segundos antes de morir, te ves a ti mismo caminando hacia un túnel lleno de luz, o al menos eso escuche en uno de los programas que ve Yossy en la televisión. Para ser sincero, yo no sé qué significa morir exactamente, ¿Tu sí?  Sospecho que algo malo debe ser. Tampoco estuve jamás en un túnel, pero ahora tengo mi propia versión de la muerte.

Creo que la muerte está en lugares como este; y es oscura, honda y húmeda, con un fuerte olor a soledad, y miedo. Estoy convencido que este hueco en el que me encuentro ahora, sin posibilidad de salir, es agonía y muerte al mismo tiempo.

 Al morir pierdes cualquier contacto con el mundo, eso decía el programa de Yossy, así que antes de perderlo quiero contar mi historia. Siento que quedará incompleta sin los pormenores de la muerte en sí misma, pero prefiero detallar todo lo acontecido antes de morir y que nada quede sin ser contado. Gringo, serás tú quien la narre, ¿Verdad? No quiero quedar como un cobarde, porque deben saber que intenté innumerables veces salir de este hueco saltando hacia el agujero por el que ingresé. Lo hice muchas veces, pero es poca la energía y la fuerza que me queda después del tremendo golpe que me di al caer.  También traté de trepar, y aferrarme a las paredes, pero este dolor es demasiado intenso y termino siempre más adolorido después de cada intento.

Ahora que casi no puedo respirar, y apenas me puedo mover, siento que me empiezo a desvanecer.  He dejado de escuchar los sonidos con la agudeza de siempre, los llamados de Yossy y Mili son cada vez más lejanos. He perdido la noción del tiempo, no sé si mi calculo es correcto, pero creo que llevo aquí por lo menos tres días. Llego a esa conclusión porque en Huaraz son dos los momentos de frío: de noche en las horas más avanzadas, y muy temprano en las mañanas. Desde que caí, ya viví tres experiencias de esas.

Pero la historia que les voy a contar no puede ser sólo de mi agonía en este espacio, porque antes de caer a la profundidad de este hueco, yo tenía una vida junto a mi familia. Me pasaba el día visitando la cocina, comiendo de a pocos y engulléndome a ratos mis galletas favoritas. Me gustan demasiado las galletas de verduras que me trae Mili, ¿las has probado? realmente son deliciosas ¡Cielos! Como extraño esas galletas. Otro de mis pasatiempos era desenterrar la planta del vecino del primer piso, es una diversión perversa vaciar el macetero y esparcir toda la tierra por el patio. Luego correr hacia el departamento, y nadie sospecha que fui yo.

Hablando de Mili, ¿Qué será de ella ahora? ¿Se habrá cansado de buscarme? Milagros, Mili, o negrita como le decimos de cariño, me trajo a casa hace ya mucho tiempo, cuando apenas era un pequeño simplón. Llegué envuelto en una tela, por el frío de la mañana, legañoso porque apenas me había despertado. Con la prisa con la que ella vivía en esa época, no se dio el tiempo de presentarme a la familia. Me dejó a merced de Yossy, y se fue. Volví a verla largo rato después, cuando ya, había explorado todo el departamento y descubierto espacios cómodos para la siesta. Yossy me recibió sorprendida. Me observó, causé en ella el efecto que causo siempre en las personas: ternura y admiración. Solo tú me ves con desprecio.  Luego la escuché renegar y decir una y otra vez, mientras me servía la comida, lo loca que estaba Mili, por traerme a casa sin haber preparado nada. Claro que con el paso de los días Milagros, fue haciéndose más cargo de mí, alimentándome con puro hígado de pollo, porque según ella estaba muy flaco, destartalado y feo.

¿Por qué sonrío? Ah, pues porque estoy recordando mi relación con cada miembro de familia. Yossy se volvió mi amiga y compañera de juegos, desde que nos vimos.  A ambos nos gusta jugar rudo, mordernos, empujarnos o arrastrarnos por el piso, y de cuando en cuando abrazarnos mientras dormimos. Ella lanza un peluche, yo lo recojo simulando ser un perro, y se lo traigo, para que ella lo vuelva lanzar. Para ser sincero, no es tan divertido, pero ella se divierte presumiendo mis habilidades para actuar como un perro. ¿Te doy vergüenza? Es que, gringo, hay que hacer ciertas cosas para alegrar la vida de las personas que queremos…

En casa también vive Jorge, o Coco como le dicen. Él vive encerrado en su cuarto, detrás de una ruma de libros, siempre ocupado, siempre cansado. Nunca fuimos amigos, más por mi culpa, pero hoy en este hueco, me haría tanto bien verlo, me arrepiento de haberlo incomodado, aunque era mi pasatiempo favorito robar su comida aprovechando cualquier descuido suyo, acostarme en su cama sin permiso, o llevarme sus medias. Él me botaba de su cuarto y me cerraba la puerta en la cara, ¿Porque eres tan jodido? ¡ve a molestar a tu mamá! Para ser sincero Coco, es lo más cercano a un hermano que he tenido.  ¿Y tú gringo? ¿Tienes hermanos?

Ahora que estamos hablando de la convivencia en casa, debo admitir que no siempre fue perfecta. Al principio fue difícil que se adaptarán a mí, a mi tipo de comida, a mis hábitos extravagantes, esa manía de ir saltando por todos lados; claro, para mí tampoco fue fácil, tuve que entender varias cosas. Por ejemplo, que Milagros tiene todo tan ordenado en su habitación que odia que le mueva algo, que tengo prohibido ingresar a la habitación de Jorge, porque según él, lo enfermo. Yossy es la única que no me ha puesto restricciones, solo me molesta su obsesión de estar peinándome a cada rato, o que no me deje mirar qué hace detrás de esa caja brillosa de la que salen distintas voces, raras como la de ella. La distrae tanto que no tiene tiempo para mí, a veces ni actuar como perro llama su atención.

Durante el tiempo que viví con ellos fuimos felices, supimos acompañarnos, me gusta esperar a Milagros en la puerta de la casa y acompañarla hasta el departamento, contarle como me ha ido, que Coco me encerró en el baño porque no lo obedecí cuando me dijo que me aleje de la caja bota papel, y claro también le pregunto cómo es que le fue a ella, Mili, ya no te veo con el muchacho de la moto le digo, y ella siempre responde ¡Hola mi Bondy! Mira lo que te traje, cambiándome de tema…

Con Yossy nunca se sabe cuándo se va a ausentar, no sé si un día bajará con su maleta por la escalera, me abrazará y dirá ¡Cuida la casa, pequeño!

Con Coco, hemos tenido buenos momentos, a pesar de mis celos, y sus ganas de quitarme la atención de ellas, recuerdo la vez que lo vi llorar, me acerqué, aunque ninguno de los dos dijo nada, sé que él sabe que yo estaba ahí para él. No dejé de mirarlo y decirle a través de mis ojos que me tenía. Ese día comimos juntos, en silencio, pero juntos. Claro que después llamó su padre, y se fue, cerrándome la puerta de su habitación como siempre.

Perdona el preámbulo gringo, pero era necesario que sepas que he sido un ser querido, y he sabido querer también. El último día que estuve junto a ellos, de hecho, el último día que fui feliz, caminaba yo, libremente cerca a la ventana del departamento del tercer piso, Lo hacía pese a las tantas veces que tanto Mili como Yossy me advertían no hacerlo, Coco decía, déjenlo, no se va a caer. No imagine jamás que esa manía mía de desobedecer me costaría la muerte.

Había sido un día tranquilo, más de lo habitual, y estaba oscureciendo después de una pequeña llovizna. Estaba aburrido, cansado de tanto dormir. Entonces decidí buscar algo interesante que hacer, pero la lavadora estaba apagada, la caja bota papeles no funcionaba y la puerta del departamento estaba cerrada, no podía bajar al patío. Fue ahí cuando vi a la misma paloma que llevaba días visitándonos, posada en el techo de la vecina, la veía desde la ventana del departamento, la reconocí por sus alas de color marrón. Emprendí el correteo, subí a la ventana y con mucho cuidado empecé a caminar por el borde. La paloma me miraba. Ni Milagros ni Yossy estaban para detenerme, Coco me miraba con la distancia de siempre; entonces avancé sigilosamente, despacio, nada ni nadie me detendría, al fin alcanzaría a esta presumida. No sabía qué haría con ella cuando la tuviera entre mis garras, pero no me detendría. Avanzaba, me acercaba más y más a ella, fue entonces cuando el marco que sobresale de la ventana terminó, debía saltar, nunca había intentado una hazaña así, pero decidí hacerlo, estaba a pocos centímetros, al límite de mi adrenalina y… ¡Salté!, Pero quedé atrapado entre la ventana y el techo de la vecina, atrapado en el vacío… y caí.

Mi cuerpo se estrelló contra el techo con tanta violencia que las tejas se rompieron. ¡Sí, ya sé que tu dueña, está renegando y cree que fuiste tú! ¡Lo lamento!

Luego del golpe, sentí un enorme dolor, y miedo, era un lugar desconocido, estaba expuesto a todo, ni Milagros ni Yossy estaban cerca, nadie me podría socorrer. Lo único que pude hacer con la poca fuerza que me quedaba fue buscar refugio, me metí al primer hueco que encontré. Al entrar en ese orificio no me fije en que me conducía a otra profundidad y volví a caer. Fue así como llegue a donde estoy ahora, atrapado en un hueco debajo de un techo.  Mis primeras horas en este horrible lugar tuve mucho dolor y sentí mucha angustia, no sabía si en casa habían notado mi ausencia, no estaba seguro de cuánto tiempo había pasado, pero me asustaba la idea que Milagros regresara a casa con mi parrilla de pollo y al no encontrarme terminara dándosela a Coco.

El tiempo sigue pasando y el frío intenso me anuncia que en casa deben haberse dado cuenta que no estaba, Yossy notaria mi ausencia y me empezaría a buscar. Pero nadie viene a rescatarme, tengo frío, hambre, dolor y además tristeza, mil cosas pasan por mi cabeza.

¿Es la voz de Milagros?, están gritando ¡Bondy! ¡Bondy! Reconocí su voz. Voy a maullar fuerte, tan fuerte como pueda. Pero no me oye, ¡Milagros acá estoy!   ¡No dejes de llamarme!, ¡Estoy herido, Milagros! ¡Estoy herido!  Ahora escucho la voz de Yossy y la de ¿Coco?, sí, ¡Coco también me está llamando! ¡Es mi familia y me buscan! ¡Estoy acá, en el hueco! Sus voces se sienten muy cerca por momentos, y lejanas por otros… ahora ya no las escucho.

No sé cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que gritaron mi nombre, no sé qué sucede a mi alrededor, pero sospecho que esta sensación de abandono tiene una razón. Me estoy muriendo. Mi lucha está por terminar.  Te veo observarme con desprecio, no estoy acá porque quiero, gringo…

Creo que el momento ha llegado, no abriré más los ojos hasta que llegue al cielo de los gatos. Un momento… ¿De quién son estas manos que me levantan? Me introducen en una bolsa, ¡wao!  Veo reflejos de luz, ¡Cerraré los ojos más fuerte!  Es increíble, siento que me elevo, ¿escucho la voz de mis ángeles en la tierra?, Es Mili, dice mi nombre, la voz de Yossy se escucha más lejana, pero también la oigo, ¡son ellas! ¡gracias por todo! Las quiero ¡Me voy al cielo de los gatos! Desde allá mandaré galletas para todos. Me voy queriéndolos mucho…

¿Qué pasa? ¿he dejado de subir? Ya debo estar muerto, esperen… esto no es el cielo de los gatos, ¿es el cuarto de Yossy?  ¿y ese es Coco?, ¿Mili? Si, eres tú ¡no llores!  No estoy muerto ¡Mi familia, me han rescatado!, ¡Gracias! Estoy con ustedes, creo que el que llorará soy yo. Coco… perdón trataré de no meter mis patas en tu caja bota papel, no volveré a entrar a tu cuarto ¡lo prometo! Oh, familia cuanto los quiero y ¿Yossy? Yossy, sal de ahí, no te acerques a ese hueco, es peligroso, ven, ven a verme, ¿Por qué estás tan llena de barro?  estoy acá, ven a darme galletas, ven que tengo mucho que contarte…

Huaraz, 02 de enero de 2023

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Mi nombre es Yosselin Yudith Amaya Cabello, nací en la ciudad de Casma, y volví a nacer 25 años después en un pueblo llamado Uchuhuayta, al redescubrir mi propósito en la vida: ser docente y dedicar mi vida a la enseñanza y escritura. Actualmente trabajo en diferentes proyectos educativos en el Perú desenvolviéndome cómo líder. Soy coautora del libro de cuentos "Veintitrés mundos: antología valiente de relatos peligrosos".

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