Naddia Altamirano

El curichi: Del agua, su duro

El curichi es el marciano de la selva. Su preparación es casera y sencilla. El helado de los pobres, lo llaman las vendedoras de marcianos. El producto se prepara en varios sabores, los más comunes son: coco con leche, yogurt de fresa y lúcuma. Lo cierto, es que el curichi, de pobre no tiene nada, es riquísimo. 

Cuenta la leyenda, una familia yugoslava: Curich, vino por vía fluvial al Perú a mitad del siglo pasado, después de la Segunda Guerra Mundial, buscando mejor suerte en tierras amazónicas. Se afincó en Iquitos. En la embarcación trajeron un frigorífico gigante, casi del tamaño de una habitación. 

Agobiados por el calor, congelaban el agua y la vendían en bloques. Décadas después, los hijos la vendían en bolsitas. Congelaban los jugos de frutas como el aguaje, la cocona y la leche que producían las vacas y los pusieron en venta: Se vende curichi. Esto causó sensación en los habitantes. 

El curichi, se convirtió en un regalo del cielo para este lugar caluroso, donde se puede freír huevos sin necesidad de fuego. 

Mucha gente viajaba largas horas para conocer el novedoso producto, deseaban llevarlo a sus pueblos, más se dieron cuenta que, sólo duraba unos pocos minutos en su estado sólido. Quedaba disfrutarlo en el lugar y en el momento. 

Cuentan también que la hija de un negociante iquiteño iba siempre a comer marcianos donde los Curich. Don Curich, se enamoró de la chiquilla. El avispado papá de la muchacha, le propuso: Te doy mi tesoro si es que me das un frigorífico igual al que tienes. 

El empeñoso hombre, prometió que cruzaría nuevamente el Atlántico y traería uno. Para esos años, las refrigeradoras se habían modernizado y reducido de tamaño, por lo que Don Curich trajo varias. Cumplió y entregó el aparato al ambicioso negociante.

Aunque la unión de la pareja duró menos que el congelamiento de un marciano, los marcianos curichi se popularizaron en otras zonas de la selva. 

En la actualidad, son muy conocidos junto con las cremoladas. 

Hay otras historias sobre el origen del curichi, más esta que me han contado, es curiosa. 

Ya saben, cuando les digan cara de curichi, no los están insultando de forma ofensiva, sino les están diciendo: fresco, conchudo.

Vamos a curichear, no les están ofendiendo, sino invitando a comer marcianos de varios sabores. 

Ahora, si les dicen corazón de curichi, significa corazón frío, helado y en la Amazonía, nadie es frío sino alegre.

Agradezco la cortesía de la historia original a Jonathan Basagoitia y su esposa.

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Psicóloga que se ha desempeñado en el área educativa y social comunitaria en instituciones privadas y estatales entre ellas el MIDIS, COARs y proyectos sociales de la Fundación Telefónica y ONGs, tanto en trabajo de campo, de orientación clínica y de coordinación dirigido a niños, niñas y familias. En todas las labores ejercidas en diversos espacios, le ha interesado sobre todo observar, escuchar y conocer la naturaleza humana, asombrándose siempre de sus creaciones y misterios. De lo que se siente más orgullosa es haber logrado "una habitación propia" y haber redescubierto, la placentera soledad de leer y escribir. Ejerce paralelamente, la experiencia de ser mamá de Cristóbal, el descubridor de mundos. Sin proponérselo, ha participado en una publicación colectiva de relatos escritos para El Mundial de Escritura, «Relatos Valientes de mentes peligrosas» (2021). En «Secretos del arte de narrar» (2018), selección de relatos de un taller dictado por Petroperú, se publicó su primer relato.

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